Intentos literarios
 
Matización

Ya había empapado lo suficiente su almohada. Sus ojos ya no podían prestarle más lágrimas. No es el fin del mundo… muchas viven felices así, intentaba convencerse mientras se despegaba del colchón por primera vez en la semana. Al mirarse al espejo tuvo que contener el llanto: nunca había estado tan fea. Se mojó apenas el pelo, para domarlo, y bajó a la cocina. Ahí, en la mesada, estaba el pedazo de papel con el número que intentaba olvidar, arrugado, casi borrado por sus lágrimas. Era inútil evitarlo.

Temblaba de la angustia al mirar el papel desgastado. La sola idea de usar aquel número telefónico la aterraba, hacía que quisiera empapar cada almohada de su casa. Pero ya no veía otra solución. Debía intentarlo. Tuvo que adivinar la mayoría de los dígitos: pluma de médico.

— ¡Buenas noches! –inició el otro lado de la linea.

— Buenas noch… –atinó a decir, antes de ser interrumpida por la voz grabada.

— Bienvenido al Sistema Nacional de Redistribución de la Infancia. En breves segundos será atendido. Le agradecemos de antemano la espera.

Una música inquietante tiñó los próximos cinco minutos. Jugó con su flequillo; comió varias de sus uñas; enrolló el papel. Hasta que por fin:

— Buenas noches, mi nombre es Gabriel, gracias por la espera, le damos la bienvenida al Sistema, ¿en que puedo ayudarle? –atropelló el operario.

— Llamaba para informarme de los planes de redistribución…

— ¡Por supuesto! ¿Es la primera vez que utiliza nuestros servicios?

— Sí… –no pudo evitar sentirse un fracaso.

— ¡Perfecto! Paso a explicarle: actualmente contamos con tres planes globales de Redistribución de la Infancia; con ellos, como le deben haber informado, heterogeneizamos el territorio nacional y fomentamos la pluralidad racial. La nuestra es una misión humanitaria.

”El primer plan incluye un niño, de entre 10 y 12 años, ya vacunado y empaquetado para su gusto: no hacen falta pañales, lecciones de moral ni charlas incómodas sobre anatomía. Mediante el segundo se le hace entrega inmediata de un pequeño de entre 5 y 7 años de edad, listo y ansioso por comenzar su educación obligatoria, asegurado y garantizado en contra de gritos molestos. El tercer plan, el más popular, consiste en el encargo del niño a medida, según las características que le parezcan convenientes: color de pelo, ojos, tez, personalidad, lunares… todo, absolutamente todo, queda a su consideración y gusto personal. Debemos aclararle, claro, que en esta instancia deberá esperar el tiempo necesario para que una de nuestras parturientas especializadas produzca un niño que se adecue a sus filtros. No se preocupe: ¡no suele tardar más de seis meses! Y una última, pequeñísima cuestión: para aprovechar cualquiera de estos planes deberá pasar por una serie de pruebas de estabilidad mental. Pero nada muy invasivo, ¡se lo prometemos! –por más que intentaba ocultarlo, era obvio que estaba leyendo un folleto; no era diferente que la voz del contestador automático: parecía escucharse de lejos, como dentro de una película.

Meditó durante unos segundos larguísimos.

— Me gustaría ordenar un numero… tres –le temblaba la voz–. No hace falta tanto tramite… lo quiero al azar.

— Al… ¿azar?

— Sí. Escuchó bien. Al azar. Deme uno que sobre. O elija usted, o quien quiera, los matices. No me interesan. –ambos se sorprendieron que se mostrara decidida.

— Señora… no podemos hacer tal cosa.

— ¿Cómo que no? Me dijeron… tengo una recomendación del doct… –la decisión se diluía en impotencia.

— No importa que le hayan dicho o recomendado. No podemos hacer, ni haremos, tal cosa. Sería una violación a una de las reglas primordiales del Sistema, y una falta moral para con la Sociedad. –no cedería: ya había encontrado la clausula correspondiente a la aleatoriedad de los infantes en su manual de operario.

— ¿Falta moral? ¿Regla primordial? ¡Quiebrela! ¡Deme un niño cualquiera! –gritó desesperada, entendiendo que el número no podría ayudarla.

— No haremos tal cosa.

— ¡Una sola vez! ¡Una mínima excepción! ¡Un niño cualquiera! ¡Se lo ruego!

— No. Ni siquiera depende de mí; y si fuera así, tampoco la ayudaría. Este comportamiento la descalifica para cualquiera de los planes. Acabo de notificarle a mis superiores. Además, si tanto desea ser madre, si quiere un infante aleatorio, ¿por qué, simplemente, no tiene uno propio?

Los escalofríos le llegaron hasta las cejas.

— ¡¿No le parece obvio?! –gritó desenfrenada. Estaba fuera de sí.

— ¡Cálmese, Señ--

Rompió el teléfono contra el piso. Volvió a la cama cuando pudo encontrar sus pedazos.

 
Comments:
Excelente.

La imagen inicial, humana, dolorosamente humana de una mujer que acaba de descubrir su infertilidad.

Y luego, un despiadado sistema de "redistribución benévola", que parece ser una mera maquinaria burocrática.

¿Parece ser? El plan 3, "el más popular" es la clave a tener en cuenta (bien encubierta tras el discurso publicitario): un sistema que tiene como objetivo la homogeinización de la sociedad, a través del diseño obligatorio de los matices. Obligatorio, ése es el punto. Lo único que el sistema no perdona, no soporta, es que la procreación sea al azar.
Porque al azar no se lo manipula, ni se lo copta, ni se lo domina.

Excelente. Y original, por lo menos en lo que he leído.
Saludos
Sandy
 
Me gusta, sí señor. Es un estupendo intento literario. Y, tal vez, incluso un horripilante vaticinio de lo que nos espera a no tan largo plazo.

Enhorabuena, Agustín.

Saluditos.
 
Perdon que pregunte algo que no tiene nada que ver, pero la pregunta es, para poner tu propio nombre.com.ar usando blogger tenes que pagar algo ?

Desde ya gracias! Respondeme por aquí que yo en otro momento paso!
 




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Agustín Capeletto
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